Ciertos acontecimientos muy cercanos en el tiempo, me han hecho recordar la entrada que Naomi Dunford publicó hace cerca de un mes en su serie dedicada a la gestión del tiempo (Time Management for Entrepreneurs): How to Avoid Burnout.
Dichos acontecimientos me han hecho soltar algunas lágrimas, muchas menos que las derramadas por las personas directamente afectadas.
Desde aquí, un abrazo a los dos, y todo mi apoyo. Son momentos difíciles, lo sé, pero debe ser no más que un pequeño obstáculo que os haga abrazar al futuro con toda vuestra nueva energía, fuerza y pasión. Ánimo.
Sin llegar a extremos como el vivido por Naomi o por el que ha motivado este post, todos hemos vivido en algún momento de nuestra historia, situaciones en las que el tiempo corre en nuestra contra, que no nos da tiempo a hacer lo que teníamos previsto. Momentos en los que los acontecimientos se nos echan encima sin darnos un respiro. Momentos en los que los esfuerzos realizados se convierten en manos que nos ahogan. Si estas situaciones se prolongan en el tiempo, llegamos a quemarnos.
Citando a Naomi, de nuevo, pensemos en el término "quemarse":
Imaginemos una vela recién encendida. Su luz es brillante, fuerte. Nos proporciona calor y nos alumbra el camino. Es una ayuda.
Al pasar el tiempo, después de haber dado lo mejor de si, empieza a apagarse en sus propia cera derretida, no sin antes estremecerse y luchar por mantenerse encendida, terminando por quedar sólo la punta incandescente, hasta que finalmente, se apaga, soltando un hilo de humo que se pierde en la habitación antes iluminada.
No podemos lucir siempre
El proceso de la vela es extensible a nosotros mismos: no podemos dar lo mejor de nosotros constantemente. No podemos lucir siempre. Lección: cuando no podamos lucir lo suficiente, alto. Parémonos. Recarguemos nuestras energías lo suficiente, y vuelta a lucir.
Descanso necesario
Los momentos de desconexión son tan imprescindibles como las reuniones de seguimiento, la toma de especificaciones o las pruebas de usuario. Pero deben ser desconexiones reales, tan largas cómo sean necesarias, sean cinco minutos, un día, un fin de semana o un mes.
Cada grado de "falta de iluminación", cada momento y cada persona, deberá indicarnos cuál es el período necesario, sin necesidad de tener que ser siempre el mismo.
Tumbarse en la cama puede ser suficiente si con ello desconectas, pero lo recomendable es realizar acciones que ocupen nuestra mente con otras tareas diferentes a las que nos han llevado a quemarnos.
En nuestra profesión, lo más recomendable es ejercicio físico, que nos agote físicamente y nos haga dormir bien.
Reuniones con amigos que no tengan nada que ver con nuestro trabajo y de conversación amena, que nos evite caer en pensamientos laborales. En fin, cada uno debe encontrar y mantener su "vía de escape".
En mi caso, el mar: la simple contemplación del mar me evade, me relaja, descanso. Cuando me sumerjo o navego, mi mente se libra de golpe y porrazo de todo lo relacionado con mi mundo laboral.
Programa tus descansos
Se firme e inquebrantable con tus horarios. Lo que un día es una reunión imprevista de última hora que te ha hecho llamar a tu pareja diciendo que no va a poder ser lo de ir al cine, terminará siendo escusa porque no sabes vivir ese tiempo fuera de la oficina o sin estar trabajando. Debes tener en la recámara cosas por hacer en tu tiempo libre.
Si no se te ocurre ninguna, recuerda cómo imaginabas tu vida cuando tenías 15 o 20 años menos: las cosas que planeabas hacer, las aventuras que querías correr, los sitios donde querías ir. Pon en marcha algunos de esos proyectos perdidos, esos deseos, y cada vez que no cumplas con tus horarios, piensa que acabas de dar un paso más alejándote de ellos.
Recuerda por qué trabajas
¿Por qué estás trabajando? Para ganar dinero, evidentemente, ¿no? ¿Y para morir de estrés? No, ¿verdad?
¿Quizás porque cuando comenzaste era la forma de financiar esos deseos que tenías por cumplir? ¿Y qué ha cambiado? Supongo que en lo más básico, nada. Simplemente, el trabajo nos absorbe.
Debemos aprender a decir basta.
L. y J., de nuevo, mi más cariñoso saludo.
Un beso a todos.
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